Hoy día las barras están más vigentes que nunca, y no necesariamente por el colorido que le ponen al espectáculo. Más bien por hechos de violencia y -muchas veces- corrupción en el fútbol, que impiden de una u otra forma que se eliminen. Estamos ante un fenómeno que está lejos de acabar en el corto plazo.
POR ANDRÉS SOTO. Sí, las barras bravas cumplen un rol fundamental en ciertos aspectos, tanto de espectáculo como logístico, en el funcionamiento de un equipo de fútbol. Obviamente estamos hablando de grandes facciones de gente que se escuda detrás con la excusa de alentar más de 90 minutos.
Pero vamos a la explicación: las barras son las encargadas de poner el colorido en la cancha y también de ayudar a los dirigentes con la logística de control de estos grandes y heterogéneos grupos humanos. En contrapartida, hay conflictos internos, grescas entre diferentes barras y una lucha de poder que durante décadas han tenido los barras a nivel mundial.
Tal y como mencionaba, las barras aportan al folklore del fútbol, algo que ninguna otra organización dentro de un equipo está capacitada para realizar. También son necesarias para dirigentes, ya que los cabecillas controlan -la mayoría de las veces- a todo el grupo, y eso les permite mantener la conducta y recibir favores como votos en las elecciones, por nombrar algunas.
Es decir, para los equipos de fútbol es un mal necesario que no se ha podido erradicar ni siquiera en Europa, donde se han creado leyes para disolver estos grupos. Pero, en momentos trascendentales vuelven de la nada a juntarse y hacen de las suyas.
Si en el primer mundo no han podido erradicarlas, ¿podremos nosotros? La respuesta es simple: no.
Numerosos son los conflictos de intereses que tiene el fútbol (y generalizo, porque acá están todos involucrados) con estas organizaciones que, si se corta el hilo, muchos pueden salir perjudicados.
Durante los últimos días hemos sido testigos de reuniones por la seguridad en las canchas. También hay un proyecto de ley en la Cámara de Diputados para sancionar duramente a hinchas y dirigentes en caso de cometer delito. Todo esto, a raíz de lo ocurrido en el SND Arena el viernes 30 de agosto, en donde hubo un fallecido durante el enfrentamiento que se registró entre las barras de Olimpia y Cerro.
La verdad, y siguiendo ejemplos de otros países de la región, creo que si se aprueba esta ley no tendrá un exhaustivo control porque, como expliqué, se pueden sentar en una mesa todos los dirigentes que sean necesarios, pero las barras son fundamentales para el funcionamiento del club, por el poder que tienen sobre la gente y el poder que durante muchos años dirigentes les han brindado.
En una sociedad como la nuestra, ambos se necesitan mutuamente, fútbol y barras, porque de no haber sido así ya se hubiesen eliminado hace bastante tiempo. En el siguiente párrafo les pongo un ejemplo concreto.
En Chile se creó una ley llamada "Estadio seguro", a través de la cual los clubes se reservan el derecho de admisión de los barras más peligrosos y extinguen la organización de estos en los estadios. De no ser así, los dirigentes podrían ser sancionados con cárcel y los equipos perderían la categoría.
Hoy, casi 10 años después de la creación de dicha ley, seguimos viendo barras organizadas y violencia en el fútbol a niveles mucho mayores que los que vivimos en Paraguay.
Sin ir tan lejos, en Argentina ocurrió algo similar y podemos ver como la violencia es pan de cada día.
En el viejo continente, los hooligans ingleses, los rusos, los tifosis italianos, los ultras españoles, a pesar de las duras sanciones, siguen organizándose y son protagonistas de tristes espectáculos en cuanto partido hay.
De esta manera, y por medio de ejemplos, quiero argumentar mi postura, lo que no quiere decir que esté de acuerdo, pero si dar a entender por qué este es un fenómeno de nunca acabar.
El fútbol sin las barras bravas podría subsistir, evidentemente, pero tal es la necesidad que tienen entre ambos que, quiérase o no, éstas volverán a organizarse. Con o sin prohibición, el día que quieran ser erradicadas -porque aparte de tener poder, sus líderes podrían manejar mucha información que comprometan a dirigentes-, podrían llegar a destapar alguna situación relevante.
Además, son un fenómeno social y muchas veces la vía de escape de muchos jóvenes que no tienen oportunidades en la vida, y que en una hinchada encuentran la forma de poder tener un espacio o demostrar su descontento con la sociedad.
Este tema es muy vidrioso y con mucho paño que cortar, pero lo importante es decir la verdad de cómo funciona el sistema para que se pueda entender y responder a las preguntas del por qué no se pueden erradicar.
Ojala que algún día se controle la violencia y que el fútbol pueda existir sin estas organizaciones. Pero, por lo pronto, las barras bravas son un mal necesario para el fútbol mundial.
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