El clásico del fútbol paraguayo tuvo un final con polémica, dónde Cerro Porteño ya estaba festejando la victoria cuando Olimpia sólo necesitó segundos para crear un penal y así llevarse un punto que lo acerca al objetivo de gritar una vez más campeón.
Por Daniel Ortiz.
Como se dice, hasta que el árbitro no diga basta, el balón no deja de rodar.
El último clásico del año tuvo de todo: el histórico gol del chico Ovelar, con tan sólo 14 años, un claro offside de Néstor Camacho y, una vez más, el arbitraje no quedó atrás, pues Oscar Velázquez no pasó desapercibido.
¿Por qué cuatro minutos de adición? ¿Por qué se dejó ejecutar el tiro libre? ¿Por qué un minuto más luego del gol del Ciclón? Son algunas de las preguntas que nos hacemos tras finalizar el superclásico.
Una vez más, tuvimos un pésimo arbitraje. No salimos de esta. Siempre los árbitros son protagonistas, ya sea con una expulsión, cobrando faltas penales que no son y que, cuando son, y lo único que dicen es "sigan". Ellos siguen cobrando sus salarios, sea cual sea el resultado. Pero, ¿hasta cuándo seguiremos con esta vergonzosa actuación en los encuentros deportivos? No sabemos, porque tiempo ya se les dio y no hemos encontrado mejora alguna.
La Asociación Paraguaya de Fútbol (APF) debe tomar mediadas, sancionar a estos sujetos que matan al espectáculo y ¿el VAR para cuando?
Después, piden partidos sin violencia, cuando son los vestidos los que la generan.
El señor Oscar Velázquez fue superado claramente por los protagonistas, no supo manejar las acciones y el partido se le fue de las manos. Cuando el superclásico debería de haber sido la fiesta del fútbol paraguayo, llega este tipo de gente a empañarla.
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