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El deporte paraguayo se tiñe de sangre una vez más

¿Se los podría llamar hinchas? Definitivamente no. No son hinchas aquellos que enlutan uno de los deportes más disfrutados por los paraguayos, no son hinchas aquellos que se escudan detrás de la insignia de un club deportivo para cometer hechos vandálicos y punibles. No lo son, y necesitamos parar con esta problemática.

POR DULCE ORTIZ. Una final de futsal entre Cerro Porteño y Olimpia, que debió ser una gran fiesta, se vio truncada por delincuentes disfrazados de aficionados y dejó como resultado un muerto, varios heridos, 178 detenidos y la suspensión del encuentro deportivo. Pero esta es una cuestión de larga data que explotó nuevamente ese día, ya que no es la primera vez que en nuestro país el deporte se ve manchado de sangre. Y seguirá ocurriendo si las autoridades nacionales y los dirigentes mantienen la misma postura de hace años.


Creo que no es muy complicado solucionar este dilema, basta con meditar las falencias. Cuántas veces fuimos testigos de que la misma policía escoltaba a barras bravas hasta las canchas y en el trayecto parecían ser dueños de la ciudad, cuando los ciudadanos comunes deberían ser los protegidos. La cantidad de buses alquilados, ¿quién los paga? No logro comprender como estos criminales, con antecedentes, pueden portar armas como si nada y distribuir drogas entre ellos sin ningún control.


De un tiempo a esta parte debo decir que sería muy distinto si los mal llamados hinchas organizados no existieran, tal vez podríamos ver las canchas llenas y sobre todo muchas familias, desde niños hasta ancianos, sin tener que preocuparse si llegarán vivos o no a sus hogares. Que jugadores, técnicos y árbitros no tengan que salir con escoltas hasta sus móviles para retirarse de la zona del encuentro de fútbol.


Las dirigencias de los clubes no escapan de la responsabilidad, ya no pueden regalar entradas, indumentarias o dar privilegios a personas que solo causan destrozos a equipos técnicos de trabajo o daños a la integridad física de otros. Los dirigentes ya no pueden actuar como niños haciendo crecer la rivalidad por medio de las redes sociales, mientras que realizan campañas a favor del Fair Play o a la No Violencia. Sólo dos palabras para este último punto: Coherencia, Madurez.


Por su parte, los medios de comunicación podrían comprometerse a no dar espacios a los jefes de los barras bravas y, para todos, que este conflicto no quede como una noticia más de tragedia, que nos sirva para modificar nuestras gestiones y actitudes. ¡Vivamos bien la fiesta del fútbol, señores!

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